jueves, 18 de noviembre de 2010

Aliento en la nuca

Cuando iba al colegio, tenía una profesora que siempre decía que los hombres eran como una cómoda con varios cajoncillos, y si revolvías uno, no pasaba nada, todo seguía en orden. Pero las mujeres tenemos un único cajón, y si revuelves algo, todo se desordena, se hace el caos.

El caos se hizo la semana pasada, cuando se me hizo saber que había llegado una multa de exceso de velocidad de mi coche de la vuelta ciclista. Multa que tengo que pagar yo. Y ahora lo veo todo negro. Sobretodo una cosa: mi casa.




Y por una sencilla razón. Está llena de mierda.

Cuando vine a vivir con Guybrush, no había pensado nunca en cómo era vivir con un hombre, mano a mano, face to face. ¿Una especie de matrimonio sin sexo que hace las coladas juntos? ¿Que se dividen las tareas del hogar? ¿El limpiará mientras yo voy a buscar a los niños al colegio (veáse cualquier menester) y viceversa? No. O por lo menos con él no.
La convivencia es fácil con el. Yo soy muchísimo más nazi, y siento que últimamente le toco mucho las pelotas con todo. Es un buen chico, y como le tengo cariño, porque trata de cuidarme, intentaré ser objetiva, crítica conmigo misma y dar una de cal y otra de arena. Veámos.

La gente que me conoce, sabe que yo no soy el colmo del orden, pero la distribución de esta casa enana, hace que los dos estemos siempre en el salón. Explico.



Como se puede apreciar claramente en la planta de la casa, la cocina está abierta al salón, que a su vez está compartimentado por una estantería creando 2 ambientes: lo que viene siendo el salón y la zona en la que tenemos las mesas para currar. Hablando en plata, que las zonas comunes están todas comunicadas, coño.



Así que mi lucha diaria es que la cocina y el salón-estudio esté lo más ordenado posible.

Problema 1. La belleza del vacío.


Para el que no quiera nada, como dice mi hermana Paula.

Problema 2. Welcome to the juuuuuuuuuuungle

Guybrush tiene un grupo de música heavy, tocate los huevos mariloli, y hace nada arregló su guitarra, y se compró un amplificador que por lo visto rompe la barrera del sonido. Normalmente ensaya en un local con su grupo, pero como un niño con zapatos nuevos, le gusta usar en casa sus juguetes nuevos. Y bueno, es algo a negociar, ya que no disponemos del espacio suficiente para tener un sitio en el que su música no llegue a mis oídos... Pero también entiendo que es su casa, y que el tiene que poder hacer lo que le plazca. Pero entendedme, no es jazz. Es heavy metal.



Problema 3. El arte del voyeurismo

Un espacio tan pequeño tampoco proporciona gran intimidad. Y mi habitación es minúscula. Digamos que en vez de suelo, tiene colchón, porque lo único que cabe es la cama. Literal.


De modo, que cuando he tenido visitas masculinas, he tirado de salón. Pero Guybrush no tiene sentido de la intimidad, así que cuando alguien viene a comer, o a ver una película, o bueno, a lo que surja, se impone un menage à trois (inocente siempre por su parte, porque realmente no se da cuenta) del que no sé muy bien cómo salir.



Y yo digo: ¿Tengo que poner un calcetín en la puerta? Lo siento, no me he dado cuenta.

Un sendero de calcetines.

Problema 4. Noches de entrega vs Punteos maquineros

Como todos la mayoría de los estudiantes de arquitectura, cuando tengo que entregar algún trabajo me suelo quedar toda la noche en vela currando, a base de café y cigarros. A las 8 de la mañana, cuando ya ha salido el sol, pero nosotros seguimos hablando de ayer como si continuase siendo hoy,  tenemos los nervios de punta, y la efectividad y precisión si que se han ido a acostar.
Pues resulta que tenía que entregar un desplegable, en el que tenía que recortar con un finísimo bisturí el borde de unos matorrales. Fue el día que Guybrush trajo por primera vez su guitarra nueva. Y no, no podía probarla en su cuarto. Total, que si ya me temblaban las manos por sí solas, las notas que se filtraron a través de la puta estantería me acribillaron el espinazo.



Con esto, una se plantea si no puedo encontrar compañeros de piso con los que la cosa vaya como la seda. Por eso cuando la gente me dice, "¿y por qué no te mudas?", es porque pienso que con la suerte que he tenido puede que me alquile una habitación a Mercedes Milá o algún miembro de la secta de Charles Manson. Y pienso, que bueno, a lo mejor soy yo la que tiene el problema, como el que conduce en dirección prohibida y piensa con son todos los demás los que van al revés.
Y bueno, repito, que Guybrush tiene cosas buenas, así que veamos dónde nos lleva este aliento en la nuca, o hasta dónde podemos aguantarnos en este sucio matrimonio de conveniencia.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Sigo

No he abandonado. Sólo que a veces me estanco, me seco, me distraigo y me entra miedo. Pero en menos de una semana me comprometo a volver.