lunes, 11 de enero de 2010

Vuelta casa por Navidad...

Volver a casa por Navidad me agobiaba un poco. ¿Qué pasaba si me sentía a gusto allí? Y si mi madre me conquistaba con sus seductores guisos? ¿Y si mi padre me hacía la cama todas las mañanas? ¿Me volvería a acostumbrar a comer caliente y a meterme entre sábanas limpias y estiradas a presión, bajo un mullidísimo edredón nórdico?
Y si la posibilidad de ver películas en bragas en el salón volvía a parecerme un planazo para los viernes?
No es que no pudiera hacerlo en mi nueva casa, sino que en diciembre, en Madrid, en una casa sin calefacción, en un saloncillo de unos 8 m2, la sensación de confort no es la misma.
Era como Alicia en el País de las Maravillas.



Porque finalmente me había cambiado de piso, al de los filósofos del anuncio. Por un efecto kármico, cuando ya les hacía fuera de mi vida, volvieron a ella para ofrecerme la habitación que tenían libre. Estos son mis compañeros de piso:






En menos de 24 horas de convivencia en mi ex casa (aún me incomoda mucho ponerle un nombre: casa de mis padres? mi casa de Pozuelo? me bajo al pueblo a pasar las navidades?), los niveles de comodidad vislumbrados desde el umbral del antiguo hogar se iban viendo superados por la sensación de libertad que te proporciona emanciparte.



4 comentarios:

  1. Será subir al pueblo en todo caso, pq Pozuelo está al Norte :P

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  2. La gente que tiene pueblo siempre BAJA al pueblo, da igual sea en Laponia

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  3. yuju! y nada más llegar a casa! léelo hoy sobrio a ver si sigues pensando lo mismo

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