sábado, 19 de junio de 2010

Una proposición indecente

El día de mi 25 cumpleaños tuve una proposición inesperada. Me había pasado el día en un avión para poder celebrarlo con mi hermana Ana, y nada más aterrizar ella me dijo "me ha escrito por facebook un amigo tuyo. Decía que te había escrito un mail urgente y que lo tienes que leer en cuanto llegues".

El supuesto amigo al que se refería era aquel chico que me había salvado del maloliente tatuaje que se podría haber terciado aquella noche de bares con mi amiga Marta hacía mes y medio.  Después de aquella noche el había intentado quedar conmigo, pero era una época complicada, yo no tenía ninguna intención de empezar ningún tipo de relación con el, y me ayudaba de excusas para dejarlo pasar, hasta que un día me mando un mail: 

Bien, dado que esta semana voy a estar más solo que la una en casa y
voy a tener tiempo de sobra para mirar las paredes entre menester y
tarea, sé que me voy a sentir tentado a insistir en quedar con usted
en repetidas ocasiones... peeeeero, visto que nuestros hábitos
comunicativos no hacen ademán de progresar como hubiera yo esperado,
he llegado a la conclusión de que mis ganas de conocerte mejor no
tienen mucho objeto si considero las posibilidades de ajuste a la
realidad que mi aprendiz imaginación es capaz de otorgarme... (cojo
aire) Y creo que eres fantásica, pero no lo he comprobado.

Con todo y por la presente, declaro mi intención de no continuar con
eso de estarle a usted encima con eventuales mensajes de "¿Quedamos?"
como si de quinceañera gilipollas se tratase, todo con el objeto, no
de dejar de quedar con usted, no me entienda mal, sino para dedicarle
un refrán bíblico que reza:

"Si la montaña no va a Mahoma... emmm... llámame tú, corazón"


Para despedirme, he elaborado un pequeño obsequio que seguro que por
lo menos te hará reírte (de mí), titulado, "ECO-LOGÍA DE LA RELACIÓN 
HOMBRE-NATURALEZA"





Lo primero que pensé es que se trataba de un acosador.

Pero luego pensé que si alguien se había tomado tantas molestias en escribir todas esas frases elaboradas y hacer un dibujo currado en Photoshop para reírse de él mismo, lo menos que podía hacer era dar la cara y contarle la verdad. Así que quedé con el para tomarme un café. 
Y a partir de ahí todo fue una cadena de casualidades del destino que nos llevan al mail de mi cumpleaños: En el me explicaba que de un día para otro su compañero de piso se había marchado y que se quedaba colgadísimo con el piso, que tendría que cambiar, pero que le gustaba mucho vivir ahí, ya estaba hecho a la zona... Así que había pensado en mí. Vamos, que si me quería ir a vivir con él. Se llama David. Yo le llamo Guybrush Threepwood.




Obviamente, volví a pensar que estaba loco. Pero luego pensé que bueno, que en realidad ya nos conocíamos aunque fuera solo un mes, y que yo vivo con completos desconocidos. También pensé que sería agradable llegar a casa y que alguien me hablase. O poder comer con alguien sin tener que encerrarme en mi minúscula habitación. También pensé que me encantaba su casa, yo ya había estado allí un par de veces, en pleno centro de Chueca, y que vivir con luz natural sería bueno para mi salud. Pensé en todas las casualidades que me habían llevado hasta él. Y por último, pensé que en realidaeeed yo también estaba loca.



Sólo había 2 cosas que me hacían dudar: 1. La tensión sexual y 2. el precio del alquiler.

En cuanto a la primera, fue una conversación bastante fácil, que yo imaginaba bastante más incómoda. Los dos dábamos por supuesto que en cuanto yo pusiera un pie en aquel piso, nada ocurriría entre nosotros, que el tendría sus visitas nocturnas y yo tendría las mías, y que cualquier roce entre nosotros implicaría un marronazo que no nos apetecía lidiar en un futuro. Además, yo pensaba que en el caso de que el aún tuviera alguna idea en la cabeza, sería cuestión de vivir 2 días juntos: un par de eructos y una visita al baño harían el resto.



Y el alquiler era más caro que mi casa actual, pero me parecía que valía la pena vivir en un ambiente hogareño. Además así podía aprovechar para buscar otro trabajo, y dejar los que tengo, que odio. Vamos, empezar realmente desde 0 mis 25 años, nuevo piso, nuevo trabajo y nuevos hábitos. Salir menos y quedarme más en casa.

Así que como dice mi amigo y mentor Guille:



Vamos que nos vamos.