domingo, 21 de marzo de 2010

21 días interruptus

Cuando llevo un tiempo fuera de casa y vuelvo, sólo encuentro 3 cobradores del frac en la puerta de mi habitación. ¿Les estoy costeando los estudios a mis compañeros de piso? ¿Es normal pagar 200 euros de luz al mes? ¿Es posible que una factura de marzo llegue antes de que acabe el mes? ¿Hace falta comprar 8 cables de 10 euros cada uno para poder sintonizar la TDT? ¿No es surrealista recaudar dinero para un altar en el recibidor dedicado a la Ramera de Babilonia?


Por cierto, tenemos un nuevo perro en el piso, Eva se ha comprado uno, un carlino, ese perro vizco, graciosísimo y diminuto.


Ahora que soy más consciente que nunca de que necesito los 2 trabajos, me entra la paranoia de que me van a despedir de los 2. Vale que no soy una experta en conservar trabajos. Vale que mi comportamiento alegre y dicharachero puede molestar en algunas ocasiones... Y vale que a veces la cago hasta cotas insospechadas. Me explico:
El domingo pasado en Montezorra después de una jornada laboral interminable (noches alegres, mañanitas tristes) salgo a las 9 de la noche, corriendo cual alma que lleva el diablo para no perder el autobús que pasa cada hora y me lleva a Moncloa. Llego a las 9.45 a casa, y cuando ya estoy acomodada, me llama mi jefe y me dice que me he dejado la barrera de los coches bajada y por lo tanto, 30 personas han quedado atrapadas dentro del maldito club. Tuvieron que llamar al dueño, que estaba en pijama en su casa, para que acudiera al rescate.



Tras la consabida bronca, me dice que lo hablaremos en la reunión del martes, esas reuniones en las que perdemos toda la tarde para que nos cuente la manera correcta de afilar los lápices para no arañar la mesa cuando escribimos con ellos. Así que el marrón número 2 me viene encima, cuando le digo que no puedo ir, porque tengo entrega de proyectos el jueves y voy mal de tiempo. Oigo cómo le empieza a herbir la sangre, y el pitido que hace el vapor a presión de sus orejas contra el teléfono, y me suelta:


Y en el restaurante, me lo estoy pasando demasiado bien. David y Javi trabajan en la barra en la que yo espero acodada la llegada de la gente. Y yo, que soy dócil y curiosa, me dejo invitar a todos los chupitos de vodka que buenamente me quieran poner (tienen como 100 tipos de vodka exquisitos). Todo empezó divertido, risas y risas, y yo casi acababa señalando las mesas donde los clientes tenían que sentarse porque no podía articular palabra. Me gastaban bromas, me llenaban los vasos de agua con bebidas alcohólicas que yo me acababa bebiendo, y todos nos reíamos. Pero ahora empiezo a sospechar que Lllllllllllllallllllllllllllo (mi jefe) se huele algo y no le hace mucha gracia... Y yo solo pienso que todo es mucho más divertido en el restaurante cuando el calor del vodka arde por mi esófago...



Y por si acaso todo eran paranoias, hago este post que bien merece un despido...

Todo esto para decir que interrumpo los 21 días por fuerzas de causa mayor... Me voy corriendo al aereopuerto para unas merecidas vacaciones con mi hermana pequeña. Vuelvo en una semana.

lunes, 8 de marzo de 2010

21 días


Últimamente encuentro más cosas malas en la emancipación que cosas buenas: Los trabajos, los compañeros de piso (Eva se come mi comida y creo que después la vomita), los gastos, los viajes que no podré hacer por pagar el piso, las clases, la pelusa que aparece todos los días debajo de la cama (creo que tiene patas. La barro, la tiro, y al día siguiente vuelve a aparecer allí).


Últimamente también, creo que mi madre lo está notando y aprovecha para tratarme cada vez mejor.
He pensado, no os miento, en volver a casa. Como en todas las relaciones acabadas, al principio todas las cosas malas te hacen huir de cierta situación. Pero cuando pasa X tiempo, en mi caso 5 meses (5 meses ya!), es inevitable pensar, si no has encontrado nada mejor, que lo que tenías no era tan malo, no te acuerdas muy bien de por qué te fuiste. Y rendirte y caer de nuevo en la comodidad de lo conocido empieza a ser arrebatadoramente tentador. Le pregunté a mi hermana "Si vuelvo a casa, todo volvería a ser como antes de que me hubiera ido, verdad?" Y me dijo "Ni lo dudes".

No puedo volver a mi casa, pero creo que tampoco quiero vivir donde vivo ahora mismo. Dios, no lo quería decir en voz alta.


Así que por no rendirme, y por coger el toro por los cuernos, a partir de hoy empiezan mis 21 días intensivos en casa. 21 días, de ahí el nombre del programa que presenta la pánfila esa, es el número de días que tarda una persona en acostumbrarse a una realidad vivida todos los días. Nada de dormir fuera de casa como he estado haciendo estos meses. 21 días en los que tengo que enfrentarme sola a la verdadera emancipación, sin Chalchi, sin Mario, sin Guille (amigos, entendedme, solo sin comerme vuestra comida y sin ocupad vuestros espacios). Y a ver qué sale de todo esto.

Deseadme suerte.

martes, 2 de marzo de 2010

De la serie Disertaciones

Abro el capítulo de disertaciones para contar poco a poco, sin hilar todo lo que me gustaría contar de golpe ahora mismo, porque si no, no sé ni por donde empezar y me bloqueo. Poco a poco, intentando ser más constante.

Disertación 1: el pluriempleo
Necesitaba más dinero. Era de coña que hubiera llegado tan lejos con el sueldo de Montezorra, había tenido suerte con las suplencias y había currado un montón de horas extras los meses pasados, pero este mes no tenía pinta de que alguien se fuera a coger vacaciones. Así que conseguí otro trabajo, compatible con el otro, y de recepcionista también (aissssssss) en un restaurante fino de Madrid. El trabajo no estaba mal, era ameno, y mis compañeros la mar de majos. Mi jefe, uruguayo y hostelero, tenía algo oscuro. No sé cómo explicarlo...







Y tenemos a mi jefe:

Puede estar 5 segundos seguidos pronunciando la "ele" de una palabra pensando que es el hombre más sexy del mundo. El quiere hacer dinero por encima de todas las cosas, le da igual sentar a 10 personas en una mesa en la que solo caben 4. Me dí cuenta el primer día, cuando nada más acabar de hacer la "prueba" (prueba = primera noche trabajada en el restaurante), y al pedirle yo los cuartos pa´ tabaco, el tío me dice que "no, llllllllllllllllllllas pruebas nunca llllllllllllllas pago, no te lllllllllllllllllo dije en lllllllllllllllllllllllla entrevista?". Hay que tragar mucha mierda para seguir emancipada. Iba a decir que por lo menos este no me trata como si fuera gilipollas, pero el hecho de que yo le haya trabajado gratis una noche... Ais.

El restaurante es nórdico, pero todos los empleados son argentinos. Los cocineros también.


Porque en todos los restaurantes caros piensan que si ponen la salsa por todo el plato y en zigzag no te vas a dar cuenta de que en el centro sólo hay una maldita hoja de lechuga.

Aissss los restaurantes caros.