miércoles, 18 de agosto de 2010

Sayonara Montezorra

Cuando Guille vaticinó que el cambio de casa no sólo sería un cambio de ubicación, no sabía cuánto razón llevaba el muy canalla en aquel momento.

Por no aburrir con un post eterno contando todo lo que ha pasado en estos 2 meses que no he escrito, he hecho una clasificación en 4 apartados, que podemos observar en la siguiente gráfica:



Hoy voy a hablar del trabajo, esa línea roja comparable al 7 picos, que supone la mayoría de vaivenes de mi vida, y que parece que nunca va a adquirir la posición horizontal.

No sé si os acordareís del Club Montezorra. Yo trabajaba en Montezorra como recepcionista, ya llevaba tiempo, desde octubre, y empezaba a estar cansada de aquel trabajo. Bueno, siendo sinceros, desde lo de la barrera-cazadora de pijos yo no había levantado cabeza en el curro. Era muy obvio que mis jefes no estaban muy contentos conmigo, y yo por aquel entonces tenía ya la actitud del que va a trabajar sabiendo que se la suda su trabajo y se permite ciertos lujos, que no son otra cosa que invitaciones subliminales al despido. Y estaba claro: ellos me ponían toda clase de obstáculos para que yo dimitera, y yo aguantaba, con los pies subidos a la recepción, provocando y aguardando impaciente el despido. Se convirtió en un tiraiafloja, en un jenga en el que cada vez quedaban menos piezas en la base y cada día de trabajo era una oscilación que rozaba los 30 grados, con un final previsible.





Fue así: Un domingo, esperaron a que terminase la jornada laboral, y mi jefe y el dueño del club me dijeron que querían hablar conmigo. Me metieron en un despacho. Habló mi jefe.



Era una hoja en la que explicaban que yo no hacía bien mi trabajo, que no estaban contentos y que estaba despedida. Que era un despido más que justificado pero que como no tenían manera de probarlo, que me indemnizaban, y me pusieron un cheque encima de la mesa. El cheque que yo llevaba trabajandome meses. Firmé, y cuando aún ni había separado el boli del papel...




Bueno que mi primera sensación podría haber sido "joder, que bien, me leen". Pero sólo se me encendieron las mejillas, y el efecto sorpresa me paralizó mientras el jefe comenzó su speech.



"Pues mira, tienes toda la razón". Así que cuando ya me estaba levantando para irme, el luceras del dueño quiso hacer su estelar intervención.



No doy vuestros nombres, ni el del club, ni siquiera digo dónde está situado. No tenéis por dónde cogerme.

Y así fue cómo terminé en Montezorra. Y claro, pensé que si me cambiaba a una casa mejor, después de 9 meses con aquel curro, tenía sentido que cambiara también a un trabajo mejor. Y que había sido un gran final para el primer trabajo que me había tenido como emanflipada.