sábado, 23 de enero de 2010

Filosofía barata

Cuando llegué al piso de los filósofos, todo me parecía  divertido y emocionante. Pensaba que empezaría una nueva vida de aventuras, confidencias y charlas de sobremesa trascedentales con mis nuevos compañeros de piso. Pero creo que llegaba demasiado tarde a aquél piso que según Eva "había tenido mucha luz", porque no veía por ningún sitio una actitud de convivencia como la que yo había imaginado al leer el dicharachero anuncio de alquiler. Vayamos por partes.

Mi habitación era pequeña, pero tenía ventana. Y estaba fría y un tanto desierta, pero tenía un espacio por primera vez, en el que podía poner y quitar cosas a mi antojo. Yo elegía. Así la encontré.



Los primeros acercamientos con los filósofos fueron confusos. Yo me sentía incómoda y artificial, sin saber muy bien que decir, pero pensaba que los principios eran difíciles, y que ya iría siendo yo misma a medida que el tiempo avanzara. También pensaba que como ellos se conocían desde hacía mucho, y eran los tres filósofos, yo tenía que estar a la altura de sus conocimientos.




Rubén es un friki del cine, conoce datos de películas de las que no he oído hablar nunca. Eso es genial, a mí me encanta el cine. Y Eva, que se había presentado con una locura que prometía grandes momentos, llegaba a casa y se encerraba en su habitación. Ruth hacía un poco lo mismo sólo me la encontraba en la cocina, pues ella dedicaba como 2 horas en hacerse cada comida, algo que hacía que me sonrojase porque yo no se cocinar, y me alimento básicamente a base de sandwiches. Era como un combate entre Mike Tyson y... Antonio Gala?





En definitiva, me siento bastante sola en el piso y eso me angustia un poco. Pero se me pasará.

lunes, 11 de enero de 2010

Vuelta casa por Navidad...

Volver a casa por Navidad me agobiaba un poco. ¿Qué pasaba si me sentía a gusto allí? Y si mi madre me conquistaba con sus seductores guisos? ¿Y si mi padre me hacía la cama todas las mañanas? ¿Me volvería a acostumbrar a comer caliente y a meterme entre sábanas limpias y estiradas a presión, bajo un mullidísimo edredón nórdico?
Y si la posibilidad de ver películas en bragas en el salón volvía a parecerme un planazo para los viernes?
No es que no pudiera hacerlo en mi nueva casa, sino que en diciembre, en Madrid, en una casa sin calefacción, en un saloncillo de unos 8 m2, la sensación de confort no es la misma.
Era como Alicia en el País de las Maravillas.



Porque finalmente me había cambiado de piso, al de los filósofos del anuncio. Por un efecto kármico, cuando ya les hacía fuera de mi vida, volvieron a ella para ofrecerme la habitación que tenían libre. Estos son mis compañeros de piso:






En menos de 24 horas de convivencia en mi ex casa (aún me incomoda mucho ponerle un nombre: casa de mis padres? mi casa de Pozuelo? me bajo al pueblo a pasar las navidades?), los niveles de comodidad vislumbrados desde el umbral del antiguo hogar se iban viendo superados por la sensación de libertad que te proporciona emanciparte.



lunes, 4 de enero de 2010



Últimamente tengo la sensación de que cada elección que hago es la equivocada.